lunes, 2 de julio de 2012

Hegel

Qué extraño es someterme
al espíritu de la Historia
Universal, Unificador, Intuitivo,
casi como una revelación.
Puedo refutar cada escrito,
experiencia o religión;
cantar sobre playas lejanas
inmiscuida en mi cosmovisión.
He dicho, dijiste, dijeron
(imágenes traducidas en una representación)
Nada habrá como el sentir, sabrás
sumergido en el océano abismal que es el corazón.
Excitante es la angustia,
el existir, renacer, cambiar, morir.
Cada paso es una próxima respuesta
a las propias elucubraciones de la mente
-que quién soy, que si debo ser otra
que si me quedo o arriesgo un pulmón
-
Vuelo, voy, como, sueño, pienso, veo, siento
elevando a la enésima potencia las potencialidades
¿Y quién fue y será testigo,
cómplice, asesino y autor creador?
No te asustes, sólo es el tiempo
de toda presencia, amo y señor.

domingo, 1 de julio de 2012

Stay away you girls


Ahora es cuando.
¡Tantas cosas pensé en esos escasos -e infinitos a la vez- minutos que transcurrieron desde que sentí que quería que me parta un rayo!
-Ábrete, oh multicolor cielo, deja de refulgir y ennegrécete y acumula nubes de todo el mundo, para que la lluvia inunde así mi cuerpo y mi vida patética de mortal. ¡Que suceda!
Pero no sucede. Aquí estoy, vomitando mis infortunios. Ni siquiera puedo con ellos.
¡Tantas cosas dicen de la tristeza! Pero tristeza es no estar contigo. No pertenecer a tu cuerpo. Tristeza es no tenerte a ti, mujer amada, para siempre conmigo. Para que rías conmigo, para que llores conmigo, para que me abraces y juntas videemos misterios fantásticos y aventuras, salvajes colores creadores de la paz sin fin y de la bienaventuranza.
Tantas cosas dicen del cosmos. ¡Pero yo creo que debemos escaparnos de él! Toda la existencia que poseemos resultará invisible y eterna en el tiempo,  como el universo todo en su magnificencia. Eso de las explosiones estelares azules, o algo así. Pertenezco a ti, padre Cosmos, universo infinito y en expansión. Y tú, rey Sol, seré merecedora de tu luz siempre y cuando tú lo permitas.
Soy una condesa. Mi futuro ya no existe. Pensaba en no perder…pero, ¿en no perder qué? Falta poco para que vengan a buscarme, y quiero hacerme la dormida.
Dependo de lo que suceda. Siento en mi cuerpo el peso del demonio. Se manifiesta en mí cada día, a cada momento, en cualquier lugar, haciéndome sentir indecibles deseos, ardientes pecados, en cuanto veo a esa mujer, ¡oh mujer que amo! Muchos quisieron hacerme entender que ese amor que siento es hacia el demonio, no hacia una mujer, ¿cómo podría ser esto posible? ¿Cómo podría una mujer amar a otra mujer que no fuera su madre? Si es un pecado –acaso lo es-, pues seré por deseo y amor una eterna pecadora. Si amando a esa mujer he de amar al mismo demonio también, pues ¡poséeme, pérfido Belcebú! ¡por ella, te amaré por siempre a ti también! Si es necesario…
Mi amor no debería ser un pecado. Es un amor puro, blanco, que me llena de alegrías. Es evidente –y no así, aceptado- que lo carnal es parte de este amor, somos cuerpos con almas y las almas necesitan sentir mediante el cuerpo. Cada vez que veo al demonio mismo en ella, siento el odio de todas las generaciones que me precedieron, qué contradicción, sin embargo es inevitable sentir también cierta inquietud (muy obstinada a veces) hacia ese odio. ¿Cuántos pasos me separan de estos contrapuestos, eternos luchadores, sentimientos?
Finalmente concluyo en que mi educación me ha formado inepta a los sentires, una niña encerrada en una vasija es lo que siempre he sido. Mujer, entiende por favor mis absurdas contradicciones, mi espíritu es como una tormenta de arena en la que es demasiado difícil distinguir entre actores y substancias.
Siento no haber escatimado en detalles acerca de mi situación. También siento que no es necesario hacerlo, pero comencé esta nota diciendo “Ahora Es Cuando”: ya nadie sufrirá por mis actitudes débiles y de locura infernal. (Hace poco he aprendido a usar sarcasmos).
En la primera hora de la mañana habré de ser arrojada al fuego eterno. Ya no seré una condesa, oh, ni siquiera lo soy ya, me llaman bruja desde hace tiempo.
No trato de justificar con esta nota mi existencia, de hecho, mis pertenencias y todo lo que salió – y aún sale- de mis pensamientos, será quemado en la hoguera también. Soy una enfermedad contagiosa, las niñas deben mantenerse lejos de mí y de mis ideales.
Sigo siendo, todavía, un caos universal, poniendo en vano estas palabras sobre el papel, que servirá mañana para combustionar el fuego en el que moriré, el fuego al que estoy condenada por amar a una mujer, ergo amar al diablo.
Será mi fin dolorosa alegría, furtiva huida de mi alma, instantes ya no perdurables que me conducirán a la dicha eterna, insisto: si en el infierno he de verte, tenerte y amarte mujer, pues este cuerpo nunca me ha resultado tan inerme, sin la vida que luego viviré.